Jun Do fue criado por su padre, dueño de un orfanato, y por eso se le considera un huérfano. Su vida es bastante variopinta: soldado de túneles, secuestrador, oficial de inteligencia, recluso y general. Es sacrificado y muy leal con los que quiere (historia de amor incluída) y con su país, al que considera «el mejor país del mundo».
El autor, con la excusa de acompañar al protagonista, nos muestra como es la vida de un ciudadano corriente en Corea del Norte. Y lo que nos cuenta resulta ser sobrecogedor. A pesar de ello, la novela se me ha hecho larga (más de 600 páginas), aunque en algunos tramos ha conseguido absorberme. Además, entorno a la mitad de la novela, cuando la narración da un giro, estuve un poco confundido con lo que estaba pasando.
Con unas cuantas páginas menos y una estructura un poco más clara, habría sido una novela distópica a tener en cuenta.